21 de enero de 2012

Dime cómo hablas...

NUESTRO refranero, pese a su riqueza, no contiene una sentencia que bien pudiera rezar: «Dime cómo hablas y te diré cómo eres». ¿Alguien que oyera al recientemente fallecido Fraga, por ejemplo, aunque no le hubiera visto arrancar teléfonos de cuajo, podría dudar por un segundo de su carácter autoritario? Gran mérito, ya que hablamos de Fraga, el de los autores de la mayoría de las necrológicas publicadas días atrás sobre él, que entre miles de palabras laudatorias consiguieron eludir cualquier referencia al dictador, Franco, al que el fundador del Partido Popular tan fielmente sirvió.


El lenguaje como reflejo de la personalidad… Escribía recientemente un amigo, cuyos criterios suelo compartir, a propósito de la actitud de Monago sobre el retraso de las obras del AVE, que le sorprendía el cambio de discurso del presidente extremeño. De lobo frente al anterior Gobierno, venía a decir, ante el que todo eran exigencias destempladas, se había transformado en manso corderito que entendía las dificultades para finalizar en un plazo breve las obras del dichoso tren. Pero, siendo cierto ese cambio de actitud, discrepé parcialmente de mi amigo. Para mí no hay sorpresa. Si se trata de que un político se torne en veleta, diga Diego donde dijo digo o dé hiel cuando prometió miel, es difícil no estar ya curados de espanto.

El rasgo más preocupante del presidente regional no es, a mi juicio, su cambio de actitud ante Madrid, sino el tono pendenciero con el que últimamente se refiere a sus adversarios políticos. El otro día, tras la sugerencia del ministro de Hacienda de que sea castigado penalmente el incumplimiento de los límites del déficit en las comunidades autónomas, el señor Monago no solo pidió que ese castigo –¿un año, dos, cinco de prisión?– se aplique con efecto retroactivo, lo que hasta para un profano en derecho como quien suscribe es un disparate, sino que se preguntó con gesto adusto, sin acodarse en una barra por no haber ninguna cerca, si acaso «hay una amnistía para los que han gastado como si fueran los dueños de la cafetería, invitando a todo el mundo, dejando a deber». ¡Qué nivelazo, madre!

La respuesta del PSOE, de cajón, ya la conoce el lector: que el presidente de la Junta pidiera opinión sobre su propuesta a sus elegantes compañeros valencianos, tan buenos pagadores ellos. ¡Así se las ponían a Felipe II!

Publicado en El Periódico Extremadura