INICIALMENTE pensé que el término enchufismo no vendría en el Diccionario. Me confundí. Viene y se define, incumpliendo aquella vieja norma escolar de que lo definido no debe formar parte de la definición, como «corruptela política y social que favorece a los enchufistas». Enchufista es la «persona que disfruta de varios enchufes o sinecuras». Y así sucesivamente.
El caso es que, como todo el mundo sabe, el término está muy en boga en estos días extremeños, a cuento de ciertos nombramientos efectuados por dirigentes del Partido Popular. Seguro que en otro lugar de este periódico –quizás en la página de sucesos– podrá el lector encontrar las últimas novedades al respecto.
Quería reflexionar brevemente sobre este lamentable asunto, destacando en primer lugar el nivel de verdulería (no se ofendan, por favor, las dignísimas personas que venden verduras y hortalizas) en que ha caído en las últimas fechas, con acusaciones mutuas, el debate que sería impropio llamar político entre nuestros teóricos representantes. Es lógico (y por eso a los partidos se les llama precisamente así) que sobre cualquier asunto de interés público haya visiones diferentes e incluso enfrentadas. Los parlamentos se crearon, entre otras cosas, para dar cauce civilizado a esos distintos pareceres. Pero esas diferencias entre los grandes partidos no debieran impedir que su primera preocupación fuera resolver los problemas que nos acosan. Discutir en las instituciones, de mala manera, no sobre las dificultades presentes, sino sobre quiénes, ahora o en el pasado, han abusado más de prácticas que antes que de personas honradas parecen propias de padrinos mafiosos, constituye una lamentable perversión de los fines para que esas instituciones fueron creadas.
Pero, además, está el nivel, pedestre, podríamos decir, de las supuestas corruptelas. Cuando en algunos lugares de España ciertos directivos de cajas de ahorro se han ido a casa con indemnizaciones multimillonarias y en otros numerosos exministros cobran sueldos de escándalo por dormitar en consejos de administración, que aquí se llegue casi a las manos por quién desempeñe un puesto de chófer o de secretaria de una alcaldesa añade una gota de cutrez al cóctel amargo que nos están haciendo tragar. Incluso en estos asuntos somos una región modesta.
Publicado en El Periódico Extremadura