29 de mayo de 2011

¿Hemos ganado las derechas o las izquierdas?

PRIMERAS HORAS de la tarde del domingo, 29 de mayo de 2011. Casi una semana después de que empezara el recuento de votos tras las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo. Rememoro rápidamente mis sensaciones en aquella noche en que, gracias a las benditas y nuevas tecnologías, íbamos conociendo los resultados al mismo tiempo que se producían. Y sin más propósito que el de dejar constancia de lo que pasó por mi cabeza en aquellas horas, sin pretensión de sacar conclusión alguna, destaco tres momentos sucesivos de los que viví.

El primero se produjo cuando, avanzado suficientemente el escrutinio, comprobé que, a diferencia de lo ocurrido tantas otras veces, mi voto iba a entrar el reparto de escaños. Limitaciones electorales antidemocráticas acordadas por los dos mayores partidos de la región (bien es cierto que cuando los encabezan personajes que apenas pinta algo ahora) no iban a impedir, en esta ocasión, que dos más dos sumaran cuatro.


El segundo momento, inquietante para mí –seguro que euforizante para mucha gente– se produjo cuando, contados buena parte de los votos, el Partido Popular alcanzaba 33 escaños en la Asamblea de Extremadura; es decir, la mayoría absoluta. Los peores augurios (los mejores para otros, repito) estaban a punto de confirmarse.

Por fin, cercana la medianoche, llegó el momento culminante. Recontado casi el total de los votos y correspondiendo 30 escaños al PSOE y 3 a Izquierda Unida (más numerosos, pues, que los 32 obtenidos por el PP), los malos augurios resultaron fallidos. La izquierda, por heterogéneas e incluso enfrentadas que en ocasiones sean sus componentes, había terminado imponiéndose.

Esos son los hechos. Lo demás corresponde al terreno de las opiniones. Todas son libres, todas tienen su peso. El tiempo del caudillismo, en cualquier caso, pertenece al pasado.