4 de diciembre de 2010

La ‘innovación’ tendrá un precio

NO SÉ QUÉ sucederá en otros países, pero pienso que uno de los mayores problemas de la administración pública en España es la escasa repercusión que en su carrera profesional tiene la calidad del trabajo de los funcionarios. Se diría más bien que para progresar en los respectivos cuerpos lo que prima no es tanto la valía y entrega de los empleados públicos como su capacidad para pasar desapercibidos.

Debido a ello, mi primera reacción ante el anuncio de que la Junta de Extremadura premiará económicamente a los profesores con mayores méritos fue positiva. Si una máxima del pensamiento progresista ha sido siempre la de «a igual trabajo igual salario», también habría que defender que a diferente trabajo corresponda diferente salario. Magnífico, pues, que ese lema se haga realidad en el colectivo docente. (La decisión a que me refiero se contiene, como sabrá el lector, en el proyecto de Ley de Educación recientemente aprobado por la Junta de Extremadura tras el pacto de los dos únicos partidos presentes en la Asamblea).


Pero lee uno que, según la consejera, el «reconocimiento» económico afectará a los docentes «especialmente implicados, especialmente motivados y especialmente innovadores» y entonces surgen las dudas. Porque si gratificar a los mejores profesores es de sentido común, lo de motivados, implicados e innovadores huele a chamusquina. Lo primero, porque la motivación no depende del profesor, sino de las circunstancias en que se desarrolle su tarea; resultará más probable en un centro bien organizado, con padres y alumnos responsables, que en otro en que todo vaya manga por hombro. Lo de implicados, por ser un concepto tan vago que parece impropio de una norma legal. Y en cuanto a lo de innovadores… ¿Innovar sin más? Porque si la innovación se practica para mejorar la formacion de los estudiantes, estupendo; pero si consiste en decir amén a todas las ocurrencias tecnológicas o pseudopedagógicas de la Consejería de turno, lo que se potenciará será –y perdóneseme la expresión un tanto vulgar– el compadreo.

Mejores servicios de inspección independientes que permitan evaluar el trabajo de los profesores, más control de la calidad docente y menos palabrería. Eso es lo que necesita el sistema educativo. Lo demás son cuentos chinos.