9 de octubre de 2010

Venid y vamos todos

SE ANUNCIA que el ayuntamiento de Cáceres va a solicitar al ministerio correspondiente la declaración de la Semana Santa local como fiesta de interés turístico internacional. Habrá que dar la razón, pues, a quienes sostienen que nuestra ciudad tienen una gran capacidad para olvidarse de las decepciones y encarar nuevos proyectos con optimismo. Ya que lo de la capitalidad cultural de  Europa nos fue negado injustamente por gente envidiosa que no sabe lo que se ha perdido, lo mejor será hacer como si aquí no hubiera pasado nada y afrontar nuevos retos. No faltan méritos para que se nos otorgue la nueva declaración a la que aspiramos. En cuestión de vírgenes, antigüedad –en el más amplio sentido de la palabra– de las cofradías y asistencia de autoridades a esas ceremonias folclórico religiosas, parece difícil que haya ciudad que nos supere. ¡Si incluso periódicos como este entregan de vez en cuando a sus lectores medallitas, no sé si milagrosas!


Pero no, hablando en serio, no creo que la gente olvide rápidamente los fracasos. Lo que ocurre es que cuando el panorama es como el que ahora padecemos, salvo que uno se queme a lo bonzo no cabe más recurso que la ironía y el distanciamiento. Deseemos fervientemente, puestos así, que lo de la Semana Santa cuaje.

Algo semejante ocurre con la situación política española. Numerosas encuestas han evidenciado en los últimos años que la mayoría social se sitúa ideológicamente en el centro izquierda. ¿Qué actitud cabe en las presentes circunstancias a quienes forman parte de esa mayoría? Descartado su apoyo a una derecha sin civilizar –vean sus medios de comunicación, esos que hablan del “gorila rojo” para referirse al presidente democráticamente elegido de un gran país, o de “la cara de actriz de película porno” de una destacada dirigente socialista– ¿qué opciones se les ofrecen a los votantes desengañados por un Zapatero que habla y habla sin decir nada, perdido todo el crédito del que dispuso? Por eso me parece tan interesante el fenómeno de Tomás Gómez en Madrid. Abierto a su izquierda, ajeno al lenguaje tan políticamente correcto como vacuo de muchos de sus compañeros, capaz de escuchar en silencio y argumentar con rigor, constituye un modelo que debiera seguirse en otros lugares. A la izquierda madrileña, socialista o no, puede habérsele abierto un cauce de representación. Aquí, en cambio, el único cauce es el que conduce, todos de la mano, a las procesiones. Estamos apañados.