16 de enero de 2010

La monja resultó profética

PERDONEN el titular acaso exagerado. En realidad no estoy seguro de que la monja a la que me refiero, la famosa doctora en medicina y feminista Teresa Forcades, tuviera razón al advertirnos en su divulgadísimo vídeo de que la alarma acerca de la nueva gripe era infundada y que todo obedecía a un montaje de las compañías farmacéuticas. No estoy seguro, pero me inclino a pensar que la buena mujer dijo verdades como puños. A las pruebas me remito.


Como ella anunció, la incidencia del dichoso virus en la población ha sido mínima; mucho menor que la producida por la gripe de todos los años. En Extremadura, por ejemplo, pese a que sólo se ha vacunado uno de cada veinticinco potenciales receptores de la vacuna, el número de fallecidos por la enfermedad ha sido insignificante. De las 260.000 dosis que la Administración adquirió, supongo que a precio de oro, sólo se han utilizado 44.000. En el resto de España ha sucedido algo parecido. Las grandes multinacionales farmacéuticas han sido, pues, las mayores beneficiarias de la situación.

Es importante destacar el papel desempeñado por Internet en esta historia. Contra la alarma que se intentó crear en la ciudadanía, la Red ha permitido difundir opiniones que desdramatizaban las inquietantes informaciones que los medios tradicionales de comunicación difundían: que si un anciano había fallecido no sé dónde a causa del terrible virus, que si una embarazada había sido hospitalizada aquejada de la enfermedad... Hay que congratularse de que pese al enorme poder de esos medios, en la actualidad existan otros que compensen tanta uniformidad.

Otra posible reflexión tiene que ver con las injusticias que se dan en el mundo. Mientras que en los países ricos se despilfarran millones en gastos innecesarios, en otros, como el desastre de Haití está poniendo de manifiesto, las carencias son de tal envergadura que ni las más elementales necesidades de sus poblaciones pueden ser atendidas. La situación clama al cielo, aunque éste no parezca darse por enterado.