DADO POR SENTADO que quienes podemos expresar nuestra opinión en medios como éste tenemos la obligación de criticar, cuando la ocasión lo exija, tanto a nuestros representantes políticos como a los responsables de los distintos servicios públicos, sean el sanitario, el educativo, o cualquier otro, también es cierto que a veces debiera reconocerse, y no se hace, el buen funcionamiento de ciertas instituciones y organismos del Estado. Y parece de justicia que cuando uno observe que alguna prestación de las ofrecidas por unas y otros, cualquiera que sea su nivel, desde el estatal al municipal, es eficiente, se reconozca sin ambages.
Hoy, en particular, quisiera hacer un reconocimiento merecido al magnífico funcionamiento de las bibliotecas públicas; tomando como modelo la de Cáceres, única que conozco y de cuyos formidables y modernos servicios acaso muchas personas no estén al corriente. A fuer de ser sincero, he de decir que yo mismo no he sido consciente hasta fecha muy reciente de la magnífica organización de dichos establecimientos, cuyas prestaciones, por cierto, son gratuitas, en estos tiempos en que casi todo tiene un precio.
Es formidable comprobar que en una ciudad como esta en la que escribo, la de las paredes sucias y altavoces escandalosos, existe un lugar en el que uno puede obtener con gran facilidad y, como digo, sin coste alguno, una enorme variedad de libros, grabaciones musicales, videográficas... Cuando redacto estas líneas suena en mi casa un disco hallado en la biblioteca e imposible de encontrar en el mercado. Luego, podré gozar de la belleza incomparable de Tango, la extraordinaria película de Carlos Saura, obtenida de igual manera. La consulta del fondo de las bibliotecas y la reserva de ejemplares son posibles desde internet, los funcionarios que atienden al público en esos establecimientos son de una amabilidad extraordinaria... A veces, uno tiene la sensación de vivir, efectivamente, en el siglo XXI. Y ello ha de ser motivo de satisfacción para todos.
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